viernes, 22 de abril de 2011

LOS PELIGROS DEL TIMEROSAL DE LAS VACUNAS

A pesar de estar considerado internacionalmente un potente neurotóxico y de los continuos avisos sobre su peligro –ocultados o descalificados por la industria y los funcionarios responsables de la dirección política de la salud- el mercurio, a través de una sustancia conocida como timerosal o tiomersal, continúa presente en algunas de las vacunas que nuestros hijos reciben desde el mismo instante de su nacimiento. La desidia de las autoridades sanitarias -nacionales e internacionales- es absoluta. No hay estudios del impacto directo del timerosal –etilmercurio- sobre la salud, no hay dosis mínimas establecidas de su presencia –si es que alguna dosis es buena- en el organismo, no se realizan estudios a largo plazo sobre la presencia acumulada de mercurio en el cuerpo de los niños enfermos de autismo y a pesar de todo continúa manteniéndose en el mercado. Aun cuando cada vez son más las voces que proclaman la relación del mercurio con diversas enfermedades neurológicas. Sólo nos queda ya pues apelar al sentido común de los padres.

Existe la presencia de escualeno en dos de las tres vacunas contra la gripe A aprobadas en nuestro país -Focetria y Pandemrix- al ser una sustancia poco conocida que se asocia a numerosas patologías autoinmunes englobadas bajo el pomposo nombre de Síndrome de la Guerra del Golfo. Sin embargo el escualeno no es la única sustancia tóxica y peligrosa inexplicablemente contenida en las vacunas que quieren absurdamente inyectar a muchos españoles. Existe otra, el timerosal -utilizada como bactericida y antifúngica. cuya polémica, contra toda lógica, se arrastra aún desde hace décadas. Y es que cada molécula detimerosal contiene un 49,6% p/p de mercurio y hoy hasta los estudiantes de la ESO saben que el mercurio es un neurotóxico. A pesar de lo cuál se está inyectando junto con el antígeno y otras sustancias químicas por vía subcutánea en diversas vacunas sin conocer cuáles son los límites del organismo a su exposición ya que nadie los ha constatado.

Michael Wagnitz, Director de Investigación delDepartamento de Toxicología de laUniversidad de Wisconsin (EEUU), ha escrito recientemente refiriéndose a las vacunas contra la gripe A que contienen timerosal: “Prepárense a escuchar afirmaciones como que ‘la cantidad de mercurio en las vacunas es muy pequeña e insignificante’, ‘ el tipo de mercurio de las vacunas es rápidamente expulsado del cuerpo y es seguro’ o ‘si usted está preocupado por el mercurio solicite una vacuna libre de mercurio y le será suministrada’.Lamentablemente todas estas afirmaciones son falsas. La concentración de mercurio en viales multidosis de la vacuna es de 50.000 microgramos por litro. Para poner esto en perspectiva sepa que según la Agencia de Protección Ambiental cualquier líquido que contenga más de 200 microgramos por litro de mercurio se considera peligroso. Y la concentración en los viales de una vacuna es 250 veces superior. Cualquiera que se refiere a esta concentración como ‘pequeña’ no entiende el significado de la palabra. Segundo, el etilmercurio (el tipo que se encuentra en las vacunas), al igual que el metilmercurio (que se encuentra en el pescado), es un compuesto de cadena corta de alquilmercurio. Y una vez en sangre ambas sustancias se distribuyen rápidamente por el cerebro en el que el más inestable, etilmercurio, se convierte rápidamente en Hg++ (la forma inorgánica de mercurio), un tipo de mercurio que permanece atrapado permanentemente y es la forma ligada a las enfermedades degenerativas del cerebro. Además mediante la inyección de mercurio a través del músculo se proporciona un acceso rápido al torrente sanguíneo y se evitan todos los mecanismos de desintoxicación del tracto gastrointestinal”.

EL TIMEROSAL

Resumiendo, el timerosal –que es administrado junto con la vacuna por vía subcutánea- se descompone una vez en el organismo en dos compuestos -el tiosalicilato y el etilmercurio- de mercurio orgánico. Y a lo largo de las últimas décadas los compuestos organomercuriales se han confirmado como conocidos agentes tóxicos, especialmente para el sistema nervioso central. Hay pocas dudas de que estos compuestos son de una altísima toxicidad porque numerosos estudios científicos en animales y en humanos así lo avalan
Afortunadamente no todas las vacunas contienen timerosal pero en nuestro país se pueden encontrar en marcas comerciales que presentan vacunas prescritas contra la Difteria/Tétanos/Tosferina (DTP), la Hepatitis B, el Tétanos, el Tétanos/Difteria, el Tétanos/Difteria/Tosferina/Hemofilus B y la de la Gripe. Es verdad que de ellas sólo las de la DTP y la hepatitis B están en el calendario de vacunación infantil pero eso implica 4 vacunas de DTP a los 2, 4, 6 y 18 meses más 3 vacunas para la hepatitis B, la primera a las 24 horas de vida y las siguientes a los 2 y 4 meses.
Es decir, en España un niño puede recibir hasta 7 vacunas con timerosal desde el momento de nacer hasta los 18 meses cuando según denuncia la Liga para la Libertad de Vacunación eso implica que pueden recibir hasta ¡entre 4 y 16 veces los limites establecidos como seguros por la FDA! Sin comentarios.
Además a la hora de acercarse a las implicaciones de los problemas provocados por intoxicación por metales pesados -en este caso por mercurio- es preciso tener en cuenta que su toxicidad es acumulativa

SIN ESTUDIOS Y SIN DATOS FIABLES

El timerosal fue desarrollado en 1920 por la multinacional farmacéutica Eli Lilly y las “pruebas de seguridad” del producto se basan en un estudio realizado en 1930 con 22 pacientes moribundos que padecían meningitis meningococica en un hospital de Indiana (EEUU) a los que se inyectó las soluciones que lo contenían y a los que se siguió hasta su muerte lo que ocurrió en cuestión de días. Bueno, pues como los pacientes murieron de meningitis sin que apareciesen otros síntomas se declaró que ¡no había existido ninguna reacción adversa al timerosal! Y el producto fue declarado seguro para su uso.
A partir de ese momento se introdujo de hecho ya en las vacunas y en otros remedios como antibacteriano. Posteriormente, cuando en 1938 se le da la potestad a la FDA para aprobar los nuevos medicamentos introducidos en el mercado interestatal, el timerosal no es sometido a ninguna prueba adicional de seguridad porque se consideró que su antigüedad y la falta de efectos evidentes a corto plazo garantizaban su seguridad. Claro que en la década de los 30 y a sólo 8 años de su creación a nadie se le ocurrió plantearse posibles efectos neurotóxicos a medio y largo plazo por la acumulación del mercurio de diversas fuentes en el organismo. Así que el estudio de 1930 sigue siendo el único conocido sobre su presunta seguridad hecho con la sustancia directamente sobre seres humanos... después de llevar en uso 79 años.
Bueno, en 1982 laFDA valoró si era seguro usarlo tópicamente y la conclusión fue negativa debido a que daña las células cuando se aplica sobre piel lesionada y además provoca reacciones alérgicas. Pero en lugar de ordenar que se estudiasen entonces sus efectos en las vacunas se limitó a recomendar que se estudiara la incidencia de problemas neurológicos en poblaciones no vacunadas -como los amish- para luego comparar los resultados con la incidencia de esos problemas en una población vacunada. Evidentemente el estudio sigue pendiente de realización porque no hay ningún laboratorio interesado en hacerlo... ¿Imaginan por qué?
Y ello a pesar de que en 1991 un investigador de Merck, tras sumar la cantidad de mercurio que acumulaba un niño que cumpliera con el calendario vacunal estadounidense, hizo sonar la alarma al considerar que los niños recibían cantidades muy por encima de las consideradas seguras por la Agencia de Protección Medioambiental (EPA).
De hecho luego se comprobaría que durante la década de los 90, coincidiendo con la multiplicación de las vacunas, los índices de autismo aumentaron dramáticamente. Y muchos padres empezaron a sospechar que los trastornos de desarrollo de sus hijos estaban relacionados con las vacunas. En 1998 una investigadora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos repetiría el mismo cálculo y concluiría que, en efecto, los niños norteamericanos estaban recibiendo dosis de mercurio al menos 125 veces superiores al límite fijado por laAgencia de Protección Medioambiental (EPA).
Y eso que el límite de laEPAse basa en la ingesta por un adulto saludable de metilmercurio¡a través de los alimentos! y no puede ser pues una referencia válida ya que el timerosal se inyecta directamente en el torrente sanguíneo, no pasa pues por los órganos de defensa que actúan contra las toxinas y además se introduce en él de golpe y no lentamente. Y hay aún otra razón más que hace inconsecuente la comparación: hasta 1999 estaba asumido que el perfil toxicológico del timerosal era el mismo que el del metilmercurio pero hoy se sabe que las diferencias de toxicidad entre esos dos compuestos mercuriales son muy diferentes. Ya en mayo del 2004 el Macfarlane BurnetCenter for Medical Research para la Investigación Médica y Salud Pública en Australia concluyó que "el cerebro del feto muestra mayor sensibilidad al mercurio cuando se trata de etilmercurio que cuando es metilmercurio”.

“RECOMENDACIONES” EN LUGAR DE PROHIBICIONES

En 1999 los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Asociación Americana de Pediatría publicaron una declaración conjunta diciendo que aunque no habían encontrado "pruebas de daño" constatables por la exposición al mercurio en niños a causa de las vacunas pedían a los fabricantes que lo retiraran de ellas voluntariamente como medida de precaución. Pero se trató sólo de una “recomendación”. El Servicio de Salud Pública de Estados Unidos también emitiría un comunicado ese mismo año haciendo un llamamiento para que se eliminase el timerosal de las vacunas infantiles y se retrasara la vacunación de los niños nacidos de madres libres de antígenos (HBsAg) contra la Hepatitis B hasta los 2 o 6 meses.
El 8 de julio de 1999, siguiendo la estela norteamericana, la Agencia Europea de Evaluación del Medicamento (EMEA) publicaría un comunicado promoviendo el uso de vacunas infantiles sin timerosal “en el plazo más breve posible” y en mayo del 2001 publicaría un documento sobre los “aspectos a considerar en la reducción, eliminación ó sustitución deltimerosalen las vacunas”.
Pero no prohibió el timerosal. Y no ha realizado pruebas independientes para confirmar si eltimerosal se ha eliminado como pidió. Claro que ni siquiera emitió declaración alguna para alertar a los pediatras de los síntomas de envenenamiento por mercurio. Ni les recomendó que investigasen cuando un niño sufriera inicios de deterioro neurológico para ver si éste podría deberse a la toxicidad del mercurio tras alguna vacunación.
Hoy las posturas sobre la presencia de mercurio en las vacunas están cada vez más enfrentadas. Estando en el centro del debate especialmente si es causa de autismo porque el número de casos ha aumentando dramáticamente en los últimos 20 años en todo el mundo con trágicas consecuencias personales y sociales. De hecho antes de 1970 la incidencia de los denominados Trastornos del Espectro Autista (ASD) era de 1 por cada 2.000 niños. En la actualidad tanto en Estados Unidos como en otros muchos países desarrollados es de 1 por cada 150. Y son ya numerosos los investigadores independientes que sostienen la hipótesis del mecanismo causa-efecto entre el mercurio de las vacunas, el mercurio acumulado y los problemas de desarrollo y comportamientos anómalos. Son los casos de S.Bernard, A. Enayati, L. Redwood, H. Rogery T. Binstock, autores del artículoAutismo: una nueva forma de envenenamiento por mercurio aparecido en el 2001 enMedical Hypotheses. “El timerosal,conservante añadido a muchas vacunas, se ha convertido en una importante fuente de mercurio en los niños que en sus dos primeros años pueden haber recibido una cantidad que excede las pautas de seguridad –afirman en él-. La revisión de la literatura médica y los datos del propio Gobierno de Estados Unidos sugieren que: (1) muchos casos de autismo idiopático son inducidos por una pronta exposición al mercurio, (2) este tipo de autismo representa un síndrome por mercurio no reconocido, y (3) factores genéticos y no genéticos establecen una predisposición por el cual los efectos adversos del timerosal ocurren sólo en algunos niños”.
Bueno, pues los organismos oficiales que han recomendado ir retirando las fuentes de mercurio niegan sistemáticamente esa relación. Ejemplo de esta postura son las conclusiones sobre la relación entre el timerosal y el autismo publicadas en mayo del 2004 por el Instituto de Medicina Norteamericano (IOM): "El cuerpo de la evidencia epidemiológica–afirma-favorece el rechazo de una relación causal entre las vacunas que contienentimerosaly el autismo. El comité considera que los potenciales mecanismos biológicos del autismo provocados por la vacuna señalados hasta la fecha son sólo teóricos".
Y en esas andamos enredados aún. Porque cada vez más estudios independientes apuntan en la dirección de la relación entre el mercurio y múltiples trastornos. En junio de 2007, por ejemplo, la organización Generation Rescue -integrada por padres- financió el primer estudio entre niños vacunados y no vacunados utilizando los métodos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) a fin de determinar la incidencia de una enfermedad y encontró que los niños vacunados tenían dos veces y media más probabilidades de tener algún trastorno neuronal durante su desarrollo.

MERCURIO-AUTISMO

Aunque cada vez son menos quienes defienden el uso de cualquier tipo de cualquier compuesto organomercurial y buena muestra del cerco al mercurio es la reciente decisión de la Unión Europea de prohibir para el 2011 las exportaciones de mercurio tratando de evitar al máximo posible impactos medioambientales y para la salud la polémica está lejos de cerrarse.
En el 2008 un estudio del Department of Developmental Services (DDS) de California (EEUU) concluía que no había muestras de una disminución reciente de autismo en California a pesar de la exclusión de la mayor parte de trazas de timerosal de casi todas las vacunas infantiles. “Los datos del DDS –señalan- no apoyan la hipótesis de que la exposición al timerosal durante la infancia es la principal causa del autismo”.
Sin embargo en el otro lado de la trinchera investigadores como el doctor David Geier y su hijo Mark Geier aseveran lo contrario y continúan aportando nuevas pruebas o indicios. Durante los últimos 5 años los Geiers han estado realizando estudios epidemiológicos y toxicológicos en el Instituto de Enfermedades Crónicas de Silver Springs (Maryland, EEUU) sobre la posible relación entre el timerosal o etilmercurio de las vacunas y la alta incidencia de daños neurológicos en los niños vacunados. Y sus resultados no hacen sino señalar en la misma dirección que lo vienen haciendo desde hace años. Ya en el 2007, en su trabajo A case series of children with apparent mercury toxic encephalopathies manifesting with clinical symptoms of regressive autistic disorder, los Geiers encontraron una relación significativa entre la gravedad de los trastornos del espectro autista y la cantidad total de mercurio que los niños recibieron a través de las vacunas que contenían timerosal o preparaciones de inmunoglobulinas Rho (D) “Con base en los diagnósticos diferenciales –afrman en su trabajo- ocho de los nueve pacientes examinados fueron expuestos a cantidades significativas de mercurio procedentes de vacunas o preparados biológicos que contenían mercurio durante sus períodos de desarrollo fetal o infantil y posteriormente, entre los 12 y 24 meses de edad, y esos niños, que estaban desarrollándose normalmente, sufrieron encefalopatías por mercurio tóxico que se manifestaron con síntomas clínicos compatibles con un trastorno del espectro autista regresivo. La evidencia de intoxicación por mercurio debe ser considerada en el diagnóstico diferencial que contribuye a algunos trastornos del espectro autista regresivo”. Y en su estudio de octubre del 2008 A comprehensive review of mercury provoked autism los autores confirman nuevamente sus conclusiones: “En conclusión, existe una enorme preponderancia de la evidencia a favor de aceptar que la exposición al mercurio puede causar algunos trastornos del espectro autista”.
Y ya en el 2009 han publicado A prospective study of prenatal mercury exposure from maternal dental amalgams and autism severity, estudio que examinó la exposición de 100 niños diagnosticados con autismo al mercurio de las amalgamas dentales de sus madres durante el embarazo siendo su conclusión que “las políticas de amalgama dental deben considerar la exposición al mercurio en las mujeres antes y durante la edad fértil, la posibilidad de exposición fetal posterior y sus resultados adversos”.
Mientras, la investigación base en animales -la única que de forma directa se puede hacer para conocer los efectos del timerosal- continúa ahondando en la línea de su toxicidad. El pasado mes de septiembre se celebró una conferencia en Varsovia (Polonia) sobre autismo, timerosal y vacunación, y una de las aportaciones más interesantes fue la conferencia de los patrocinadores, el Instituto de Psiquiatría y Neurología, que con financiación de fondos europeos está desarrollando el proyecto Neurobiología del autismo: papel de las neurotoxinas medioambientales”. La etiología de los trastornos del espectro autista –señalan los autores en la presentación del mismo- es multifactorial; tiene por tanto componentes genéticos y ambientales pero la evidencia sugiere que al inicio de la vida -prenatal y postnatal- la exposición a sustancias peligrosas puede ser responsable del aumento observado en la incidencia de autismo”.
Agregaremos que aunque es pronto para conocer todos los detalles de la investigación el título del resumen –El conservante de vacunas timerosal causa alteraciones muy severas en el desarrollo neurológico en ratas jóvenes- es más que una pista. La investigación muestra evidencia de daños severos en ratas lactantes tras ser expuestas a una cantidad detimerosal similar a la recibida en el marco del programa de inmunización infantil norteamericano durante la década de los 90.
Y en un artículo publicado en septiembre pasado en la revista on line Brain Research, por el mismo equipo polaco se cuenta cómo ratas expuestas a dosis de timerosal del nivel de las presentes en las vacunas tardaron el doble de tiempo en reaccionar al calor que las del grupo de control. Los investigadores concluyeron que fue el resultado de “alteraciones del desarrollo neurológico a largo plazo en la organización y funcionamiento del cerebro”.

TÓXICO PARA NIÑOS Y PARA ANCIANOS

Obviamente el mercurio de las vacunas no sólo resulta tóxico para los niños: puede estar resultando también un veneno para los adultos, sobre todo para los ancianos. Hay una gran cantidad de evidencias científicas independientes que indican que los restos de mercurio causan daños en los nervios que recuerdan a los que con frecuencia se encuentran en pacientes de alzheimer. La Facultad de Medicina de la Universidad de Calgary ha identificado en muestras expuestas al mercurio una formación nerviosa anormal conocida como ovillos neurofibrilares que es precisamente uno de los dos primeros marcadores de diagnóstico para la verificación de la enfermedad de alzheimer. Los investigadores también realizaron las pruebas con otras sustancias -como el aluminio- pero sólo relacionaron el mercurio con el alzheimer. La investigación se acompaña de un vídeo –puede visionarse enhttp://commons.ucalgary.ca/mercury- en el que el doctor Lorscheider muestra de forma clara e innegable los daños producidos en las células nerviosas con la introducción de pequeñas cantidades de mercurio.
Otros estudios han demostrado que el mercurio es también un agente causal de la formación de "placas amiloides", otro marcador de alzheimer. El doctor Boyd Haley -de laUniversidad de Kentucky (EEUU)- declaró en NeuroReport hace ocho años: "Siete de los marcadores característicos que buscamos para distinguir la enfermedad de alzheimer pueden ser producidos en los tejidos normales del cerebro o en cultivos de neuronas mediante la adición de niveles extremadamente bajos de mercurio". La investigación de Haley demostró además que los pacientes con alzheimer tenían el nivel de mercurio en sangre tres veces por encima de los del grupo de control.
Por su parte el doctor Hugh Fudenburg -importante inmunólogo director y fundador de laNeuro Inmuno Therapeutic Research Foundation así como uno de los principales opositores al uso del mercurio- ha constatado tras años de realizar estudios que entre las personas que recibieron cinco vacunas consecutivas contra la gripe entre 1970 y 1980 la posibilidad de desarrollar alzheimer era diez veces superior a las de quienes sólo habían recibido una o dos vacunas en ese mismo período.
Bueno, pues todas las investigaciones mencionadas no son consideradas “concluyentes” por parte de la comunidad científica, la industria y los funcionarios públicos. Quizás porque mirando sólo al mercurio se olvidan de otros fenómenos acumulativos y asociativos. El doctor Haley anteriormente citado, en un ensayo titulado Aluminum in vaccination-associated cognitive decline, motor neuron disease, autism, explica que los niveles de aluminio presentes en algunas vacunas podrían exacerbar los peligros del mercurio. "Téngase en cuenta -explica Haley- que el aluminio por sí solo no causa la producción y la bioquímica anormal de los ovillos neurofibrilares como sí hace el mercurio (y sólo el mercurio) debido a la interacción específica de éste en determinados sitios sulfhidrilos, en enzimas/proteínas específicas conocidas por verse afectadas dramáticamente en la enfermedad de alzheimer. Sin embargo en nuestros estudios sobre las neuronas en cultivo se ha encontrado que el aluminio en las vacunas aumenta radicalmente la toxicidad del timerosal y el catión de mercurio disminuyendo la dosis de mercurio necesaria para producir efectos tóxicos".
Es importante por ello señalar que algunas vacunas -incluidas las de la gripe- que aún contienen timerosal contienen a la vez como adyuvante algún compuesto de aluminio.
Terminamos diciendo que siendo estos datos importantes aún lo son más si tenemos en cuenta que los niveles de mercurio medioambientales son mucho más altos en los ancianos. Y que este factor de acumulación ha sido nuevamente proclamado hace menos de un mes en el trabajo Mercury exposure, nutritional deficiencies and metabolic disruptions may affect learning in children publicado en Behavioral and Brain Functions. “El aprendizaje y el comportamiento –señalan sus autores- están influenciados no sólo por los nutrientes sino también por la exposición a contaminantes tóxicos de los alimentos como el mercurio que puede interrumpir los procesos metabólicos y alterar la plasticidad neuronal. Las neuronas carentes de plasticidad son un factor en trastornos del desarrollo neurológico como el autismo y el retraso mental. Los nutrientes esenciales ayudan a mantener la plasticidad neuronal normal. Las deficiencias nutricionales, incluyendo deficiencias en la larga cadena de ácidos grasos poliinsaturados de ácido eicosapentaenoico y docosahexaenoico, el aminoácido metionina y los minerales zinc y selenio influyen en la función neuronal y producen defectos en la plasticidad neuronal así como en el comportamiento de los niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Se ha demostrado que las deficiencias nutricionales y la exposición al mercurio alteran la función neuronal y aumentan el estrés oxidativo en los niños con autismo. Estos factores dietéticos pueden estar directamente relacionados con el desarrollo de los trastornos de comportamiento y de aprendizaje”. ¿Y alguien pone en duda las carencias nutricionales de muchos de nuestros ancianos? Pues si a eso le sumamos las vacunas con timerosal y/o aluminio, ¿cuál cree el lector que puede ser el resultado?
Indicios, sospechas, pruebas... En realidad, ¡qué más da! Si el mercurio es neurotóxico y carcinogénico no hay dosis que lo haga aceptable luego, ¿por qué tenemos que seguir tolerando que las vacunas lleven mercurio cuando esa sustancia además no es imprescindible en ellas? Piénselo. Sobre todo cuando vaya a vacunar a sus hijos porque es falso que haya vacunas de carácter obligatorio.

Antonio F. Muro

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